SEPARACIONES. EL PROBLEMA DE LA
VIVIENDA
Adiós al matrimonio... y a la vivienda
Disponer de un techo digno se ha convertido en
el principal quebradero de cabeza de las personas que se divorcian. Las
situaciones que se viven son dramáticas: desde verse obligados a regresar a casa
de los padres o vivir en un camping hasta el embargo de la vivienda por impago
01.05.11 - 03:01 -
«Hacer frente al pago de la hipoteca, a la pensión alimenticia,
pagar un alquiler y luego poder seguir viviendo es materialmente imposible a no
ser que tengas un sueldo de más de 2.000 euros». Fran Pintado, un errenteriarra
de 40 años divorciado hace cuatro, no cobra esos 2.000 euros. De hecho, ni
siquiera trabaja. Su ruptura matrimonial coincidió con un accidente laboral que
le mantiene de baja desde entonces. «Me he visto tan mal que pensaba que iba a
acabar durmiendo en la calle. Incluso, muchas veces he llegado a dormir en el
coche porque no tenía ni para pagar una pensión», confiesa.
La historia de Fran es muy parecida a la de otros muchos hombres y
mujeres que pasan por una ruptura matrimonial. Un proceso que, si ya de por sí
supone un quebranto emocional y económico, en época de crisis se convierte en
una «auténtica ruina».
Una sentencia del Tribunal Supremo, conocida esta semana, ha vuelto
a trasladar el foco de la actualidad a la delicada situación económica por la
que pasan los cónyuges tras el divorcio. La sentencia del Alto Tribunal, que
fija doctrina, establece que el pago de las cuotas de la hipoteca contratada por
ambos cónyuges para adquirir la vivienda familiar constituyen una deuda de la
sociedad de gananciales y no una carga del matrimonio, por lo que, en caso de
divorcio, deberán ser abonadas a partes iguales por los dos excónyuges. La
sentencia reafirma la práctica que los últimos años realizan los juzgados de
familia en Euskadi, si bien abre la puerta a nuevas prácticas en las decisiones
judiciales y de los propios cónyuges.
El año pasado se registraron en Euskadi 4.451 divorcios. Alrededor
de seis de cada diez se realizaron de mutuo acuerdo, mientras el resto tuvo que
acceder a la vía judicial. Sea como fuere, ambos supuestos tienen un quebradero
de cabeza en común, que condiciona la vida de los cónyuges y, lo más importante,
de los hijos: disponer de una vivienda digna. «Es el problema por antonomasia.
Es nefasto para hombres y mujeres y genera situaciones muy injustas. Lo peor es
que nadie le puede hincar el diente», reconoce Mercedes Alday, abogada
matrimonialista de San Sebastián.
Situaciones extremas
En ocasiones, el problema de la vivienda y el pago de la hipoteca
desemboca en situaciones extremas cuando llega el divorcio. «Conozco casos de
mujeres con hijos a las que les han desahuciado porque su ex cónyuge dejó de
pagar su parte de la hipoteca. Pero también es injusto que quien está fuera de
la casa, tenga que hacer frente a la hipoteca y además pague un alquiler para
poder estar con sus hijos el fin de semana. No hay salario que soporte una
hipoteca y 800 euros de alquiler», asegura la abogada.
También hay quien acaba viviendo en un camping, en una habitación
de alquiler o, lo que es más habitual, se encuentra con que a los 40 años tiene
que regresar a casa de sus padres porque no tiene dinero para más. «Hay casos en
los que, tras el divorcio, la pareja sigue conviviendo en la misma casa porque
no la pueden ni vender», asegura Justo Sáenz, presidente de Agipase, la
asociación guipuzcoana de padres y madres separados.
«Lo he pasado muy mal»
Fran Pintado no fue de los que se quedó a vivir con su pareja pero
su situación también se puede califica de extrema, aunque actualmente esté en
vías de solución. Tras su divorcio «de mutuo acuerdo» hace cuatro años, comenzó
un peregrinaje que le llevó a vivir bajo diferentes techos. El primer mes lo
pasó en un piso de alquiler. «Entonces, además del alquiler, pagaba 350 euros
del 50% de la hipoteca, 386 de pensión alimenticia por mis dos hijos -la
custodia es de su mujer- y 370 de la letra del coche. Como cobraba una baja
laboral -sufrió un accidente-, me llegaba para pagarlo todo, pero no para
vivir», reconoce. En el piso de alquiler no duró ni un mes. «Tuve que irme a
vivir con mi hermano, que me alojó y me daba de comer», recuerda.
Entre tanto, su lesión en la columna y en la cadera, lejos de
mejorar, empeoró -ha sido intervenido en dos ocasiones-. «Lo he pasado muy mal
porque he estado mucho tiempo sin ver a mis hijos por las operaciones», se
lamenta.
Pasó el tiempo y su pensión se redujo a 383 euros. «Llevo año y
medio en los que no he podido pagar ni la hipoteca ni la pensión alimenticia. Mi
mujer, que empezó a trabajar tras la separación, ha tenido que hacer frente a
todo. Ella también lo ha pasado mal. Soy consciente de que nos han podido
embargar el piso. Pensar que pudo ocurrir eso es muy duro».
Fran estuvo viviendo con una amiga, luego con un compañero, hubo
noches que tuvo que dormir en su coche... «Cuando eres divorciado entras en una
espiral en el que no tienes nada ni puedes acceder a nada. No puedes optar a un
nuevo préstamo porque ya estás pagando una hipoteca. Tampoco puedes acceder a
ayudas sociales porque sigues siendo propietario de una vivienda», añade el
errenteriarra.
Durante los últimos dos años, con unos ingresos de 383 euros
mensuales, Fran lamenta no haber contado con un lugar digno para poder estar con
sus hijos, de 14 y 9 años. «Ha sido una situación muy dura para ellos, me duele
no haber tenido ni para llevarles al cine. Menos mal que se conformaban con ir
al monte y que jugara con ellos».
La precariedad económica que vive Fran por su baja y su incapacidad
para hacer frente a la hipoteca y al pago de la pensión ha llevado a su mujer a
llegar a un nuevo acuerdo con él. «Vamos a liquidar la casa y me va a conceder
la custodia compartida. Con la ayuda de sus padres, ella me va a dar el 50% del
valor de tasación, a lo que le vamos a restar todo lo que he dejado de pagar.
Con ese dinero voy a poder salir adelante para mantener a mis hijos hasta que me
pueda reincorporar al trabajo», afirma Fran.
VPO para divorciados
En la actualidad, Fran vive en un piso de alquiler para divorciados
propiedad del ayuntamiento de Errenteria y gestionado por Agipase. «No es un
chollo, pero te permite tener un lugar digno para llevar a tus hijos. Tengo una
habitación preparada para ellos», afirma Fran.
En la asociación reconocen que el problema de la vivienda «es
grave» y reclaman «un impulso a la políticas activas de vivienda para estas
personas». En la actualidad, el Gobierno Vasco tiene un cupo para personas
separadas y divorciadas en el acceso a viviendas de alquiler social. De esta
medida se benefician principalmente los hombres. No en vano, «el uso de la
vivienda se concede a quien tiene la custodia de los hijos. En el 86% de los
casos son las madres».
No obstante, Justo Sáenz recuerda que las mujeres también se topan
con problemas de vivienda cuando los hijos se independizan y se debe liquidar la
casa. «En muchos casos, esas mujeres se encuentran en una situación muy difícil
porque no pueden hacer frente al pago de la parte de su ex cónyuge o, si se
vende la casa, tampoco pueden acceder a una nueva hipoteca en el mercado libre»,
añade Sáenz.
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