AGIPASE

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2012(e)ko martxoaren 28(a), asteazkena

PISO PARA PADRES CON HIJOS EN RENTERIA

SEPARACIONES. EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA

Adiós al matrimonio... y a la vivienda

Disponer de un techo digno se ha convertido en el principal quebradero de cabeza de las personas que se divorcian. Las situaciones que se viven son dramáticas: desde verse obligados a regresar a casa de los padres o vivir en un camping hasta el embargo de la vivienda por impago

01.05.11 - 03:01 -
«Hacer frente al pago de la hipoteca, a la pensión alimenticia, pagar un alquiler y luego poder seguir viviendo es materialmente imposible a no ser que tengas un sueldo de más de 2.000 euros». Fran Pintado, un errenteriarra de 40 años divorciado hace cuatro, no cobra esos 2.000 euros. De hecho, ni siquiera trabaja. Su ruptura matrimonial coincidió con un accidente laboral que le mantiene de baja desde entonces. «Me he visto tan mal que pensaba que iba a acabar durmiendo en la calle. Incluso, muchas veces he llegado a dormir en el coche porque no tenía ni para pagar una pensión», confiesa.
La historia de Fran es muy parecida a la de otros muchos hombres y mujeres que pasan por una ruptura matrimonial. Un proceso que, si ya de por sí supone un quebranto emocional y económico, en época de crisis se convierte en una «auténtica ruina».
Una sentencia del Tribunal Supremo, conocida esta semana, ha vuelto a trasladar el foco de la actualidad a la delicada situación económica por la que pasan los cónyuges tras el divorcio. La sentencia del Alto Tribunal, que fija doctrina, establece que el pago de las cuotas de la hipoteca contratada por ambos cónyuges para adquirir la vivienda familiar constituyen una deuda de la sociedad de gananciales y no una carga del matrimonio, por lo que, en caso de divorcio, deberán ser abonadas a partes iguales por los dos excónyuges. La sentencia reafirma la práctica que los últimos años realizan los juzgados de familia en Euskadi, si bien abre la puerta a nuevas prácticas en las decisiones judiciales y de los propios cónyuges.
El año pasado se registraron en Euskadi 4.451 divorcios. Alrededor de seis de cada diez se realizaron de mutuo acuerdo, mientras el resto tuvo que acceder a la vía judicial. Sea como fuere, ambos supuestos tienen un quebradero de cabeza en común, que condiciona la vida de los cónyuges y, lo más importante, de los hijos: disponer de una vivienda digna. «Es el problema por antonomasia. Es nefasto para hombres y mujeres y genera situaciones muy injustas. Lo peor es que nadie le puede hincar el diente», reconoce Mercedes Alday, abogada matrimonialista de San Sebastián.
Situaciones extremas
En ocasiones, el problema de la vivienda y el pago de la hipoteca desemboca en situaciones extremas cuando llega el divorcio. «Conozco casos de mujeres con hijos a las que les han desahuciado porque su ex cónyuge dejó de pagar su parte de la hipoteca. Pero también es injusto que quien está fuera de la casa, tenga que hacer frente a la hipoteca y además pague un alquiler para poder estar con sus hijos el fin de semana. No hay salario que soporte una hipoteca y 800 euros de alquiler», asegura la abogada.
También hay quien acaba viviendo en un camping, en una habitación de alquiler o, lo que es más habitual, se encuentra con que a los 40 años tiene que regresar a casa de sus padres porque no tiene dinero para más. «Hay casos en los que, tras el divorcio, la pareja sigue conviviendo en la misma casa porque no la pueden ni vender», asegura Justo Sáenz, presidente de Agipase, la asociación guipuzcoana de padres y madres separados.
«Lo he pasado muy mal»
Fran Pintado no fue de los que se quedó a vivir con su pareja pero su situación también se puede califica de extrema, aunque actualmente esté en vías de solución. Tras su divorcio «de mutuo acuerdo» hace cuatro años, comenzó un peregrinaje que le llevó a vivir bajo diferentes techos. El primer mes lo pasó en un piso de alquiler. «Entonces, además del alquiler, pagaba 350 euros del 50% de la hipoteca, 386 de pensión alimenticia por mis dos hijos -la custodia es de su mujer- y 370 de la letra del coche. Como cobraba una baja laboral -sufrió un accidente-, me llegaba para pagarlo todo, pero no para vivir», reconoce. En el piso de alquiler no duró ni un mes. «Tuve que irme a vivir con mi hermano, que me alojó y me daba de comer», recuerda.
Entre tanto, su lesión en la columna y en la cadera, lejos de mejorar, empeoró -ha sido intervenido en dos ocasiones-. «Lo he pasado muy mal porque he estado mucho tiempo sin ver a mis hijos por las operaciones», se lamenta.
Pasó el tiempo y su pensión se redujo a 383 euros. «Llevo año y medio en los que no he podido pagar ni la hipoteca ni la pensión alimenticia. Mi mujer, que empezó a trabajar tras la separación, ha tenido que hacer frente a todo. Ella también lo ha pasado mal. Soy consciente de que nos han podido embargar el piso. Pensar que pudo ocurrir eso es muy duro».
Fran estuvo viviendo con una amiga, luego con un compañero, hubo noches que tuvo que dormir en su coche... «Cuando eres divorciado entras en una espiral en el que no tienes nada ni puedes acceder a nada. No puedes optar a un nuevo préstamo porque ya estás pagando una hipoteca. Tampoco puedes acceder a ayudas sociales porque sigues siendo propietario de una vivienda», añade el errenteriarra.
Durante los últimos dos años, con unos ingresos de 383 euros mensuales, Fran lamenta no haber contado con un lugar digno para poder estar con sus hijos, de 14 y 9 años. «Ha sido una situación muy dura para ellos, me duele no haber tenido ni para llevarles al cine. Menos mal que se conformaban con ir al monte y que jugara con ellos».
La precariedad económica que vive Fran por su baja y su incapacidad para hacer frente a la hipoteca y al pago de la pensión ha llevado a su mujer a llegar a un nuevo acuerdo con él. «Vamos a liquidar la casa y me va a conceder la custodia compartida. Con la ayuda de sus padres, ella me va a dar el 50% del valor de tasación, a lo que le vamos a restar todo lo que he dejado de pagar. Con ese dinero voy a poder salir adelante para mantener a mis hijos hasta que me pueda reincorporar al trabajo», afirma Fran.
VPO para divorciados
En la actualidad, Fran vive en un piso de alquiler para divorciados propiedad del ayuntamiento de Errenteria y gestionado por Agipase. «No es un chollo, pero te permite tener un lugar digno para llevar a tus hijos. Tengo una habitación preparada para ellos», afirma Fran.
En la asociación reconocen que el problema de la vivienda «es grave» y reclaman «un impulso a la políticas activas de vivienda para estas personas». En la actualidad, el Gobierno Vasco tiene un cupo para personas separadas y divorciadas en el acceso a viviendas de alquiler social. De esta medida se benefician principalmente los hombres. No en vano, «el uso de la vivienda se concede a quien tiene la custodia de los hijos. En el 86% de los casos son las madres».
No obstante, Justo Sáenz recuerda que las mujeres también se topan con problemas de vivienda cuando los hijos se independizan y se debe liquidar la casa. «En muchos casos, esas mujeres se encuentran en una situación muy difícil porque no pueden hacer frente al pago de la parte de su ex cónyuge o, si se vende la casa, tampoco pueden acceder a una nueva hipoteca en el mercado libre», añade Sáenz.

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